El sol ya camina a su letargo otoñal y sestea soñoliento en
la mañana dominical. Hoy nos estrenamos con el nuevo horario en un día nublado y
húmedo. La amenaza de lluvia pasajera no parece haber calado en las mentes
incrédulas pero constato en estos momentos que esta, la lluvia, es una realidad
empírica en Sevilla. Antes, mucho antes, hemos hecho nuestro recorrido ampliado
a 17,4 km, con un aumento progresivo del ritmo, por la senda fluvial hasta el
estadio olímpico y vuelta por la margen derecha hasta la insigne Torre Pelli. Todos
agrupados hasta la entrada en el paseo del río donde los más decididos se han
sacudido la modorra en los últimos cuatro km mientras el resto, algo más
reservados, se deja llevar por la inercia de la discreción ante el reclamo tentador
del pecado capital más genuino de los corredores.
En la Torre, la foto de rigor que va marcando nuestra progresión
espacio-temporal. A pesar de que no aparece en ellas, dejamos constancia de
que nuestro Masca participa, pero sus finales son tan explosivos que, apenas
llega, se disipa en el ambiente.