Domingo 10 de julio

Como estamos en verano, todo el mundo veranea: trabajadores, parados, indignados, políticos y banqueros. Porque veranear es la manera en que cada uno se organiza el verano, con sus más o sus menos, y no siempre en un lugar distinto al de residencia; aguantar la caló travestido y mimetizado bajo la sombrilla a orillas de un mar abarrotado; sufrir la intensidad de las radiaciones en la soledad de una carretera en obras con casco y botella de supervivencia; protegidos en el habitáculo particular climatizado esperando la mejor ocasión para el refrigerio merecido; o disfrutando en la nube de las ilusiones con proyectos inminentes o simplemente en la sencillez de lo cotidiano, sin estrés. Por ello, levantarse con la salida del sol, recorrer las calles y plazas vacías, contemplando el desfile de jóvenes noctámbulos que aún conservan el destello de una noche mágica, descubrir a los más madrugadores que ya se desayunan en una paz sustentada por un periódico, verificar el silencio de los motores y asegurarse a cada paso la cadencia de respiración… todo ello, experimentar ese enorme contraste, es una de las motivaciones para seguir corriendo en verano. Además, veranear en el barrio, aunque sean pocos días, es la forma más común y tradicional de socializarse. De esto, seguramente Poli tiene mucho que decir.